El frío se hace notar, por eso debemos acondicionar nuestros hogares para minimizar sus efectos. Además de una buena calefacción o chimenea, existen ciertos materiales que ponen ese punto de calidez que a todos nos gusta.
 
Son materiales que generan un clima de confort por su capacidad para absorber el frío y aislarnos de él; sus colores y texturas irradian algo especial. La madera, el mohair o el terciopelo son claros ejemplos de lo que la naturaleza puede ofrecernos, que es mucho.
 
Saber aprovechar y combinar estos materiales es una ventaja. Supone cambiar el decorado del invierno que se avecina para quitarle el adjetivo de crudo. La cuestión es saber escoger lo que cada casa necesita y después poner un toque personal.

La madera es muy recomendable. Estuvo presente en los primeros hogares de la humanidad y lo sigue estando. Tiene una apariencia noble, además, admite diferentes barnices que realzan su belleza a base de brillo. La vemos en suelos, librerías, puertas, ventanas… pero lo interesante es tenerla en objetos pequeños de uso cotidiano para evitar la frialdad del metal. 

El mohair es un material más exótico, pero lleno de atractivo. Se trata de una fibra textil, de origen orgánico, que procede de la cabra de Angora. Su tacto suave y sedoso es ideal para mantas o cojines. A esto hay que añadir su enorme resistencia.

El algodón también puede vestir la casa y protegerla contra el frío. Es un tejido muy tupido capaz de aportar calor cuando más se necesita. Además, es ligero y lavable, lo que resulta muy práctico. Se puede emplear para cortinas, alfombras o tapices, elementos decorativos que contribuyen a aumentar el grado de confort. Naranjas, tierras y calderos son los colores más apropiados.

El terciopelo destaca por su elegancia y, sobre todo, por su tacto. Está marcando tendencia en el mundo del interiorismo por sus múltiples aplicaciones. Tiene un aire sofisticado y, a la vez, delicado. Es perfecto para tapizar muebles e incluso paredes.

Por último, la cera es un material que cautiva los sentidos. Se emplea para hacer velas y figuras de adorno, que pueden desprender calor y también olor.
Cuando aprieta el frío, nada como estar al abrigo de un cálido hogar.