La correcta iluminación de una vivienda depende de un perfecto equilibrio entre la luz natural y la artificial. Saber aprovechar cada una de ellas, no solo contribuye a disponer de la cantidad adecuada, sino también a ahorrar.

Dependiendo de la orientación de la casa, así como del tamaño y número de ventanas, se puede plantear la iluminación idónea; ni más ni menos. El exceso de luz podría dar la impresión que ofrece una tienda de lámparas; la carencia de luz restaría visibilidad y también confort.

Cada momento del día tiene su luz. No es lo mismo una mañana cocinando que una tarde de lectura o una noche de estudio. En este sentido, siempre en función del espacio, hay que calcular cuántos puntos de luz se requieren y de qué tipo, es decir, fría o más cálida. A partir de ahí, se toma una decisión.

Dentro de una misma habitación, como el salón, puede haber varios rincones con distintas necesidades de luz. Por ejemplo, el sitio para ver la televisión, un rincón de costura, una zona para jugar a las cartas o una esquina donde hacer yoga. Dicho esto, la estancia necesita una luz general y, además, una luz extra.

Otra cosa a tener en cuenta es la elección de luz directa o indirecta. Si hablamos de un espacio de trabajo, como el despacho, es preciso tener luz directa; si hablamos del dormitorio lo mejor es tener luz indirecta.
 
Además, conviene poder regular los puntos de luz instalando potenciómetros. A medida que cae la tarde, se puede subir la intensidad o simplemente modificarla en función de la actividad que se realice. De igual modo, la luz puede ser orientable a fin de focalizarla en un punto, para lo cual existen lámparas y apliques con diseños dirigibles.

En resumen, tu casa puede disponer de la iluminación apropiada combinando luz natural y luz artificial.